lunes, 25 de febrero de 2013

Pianista a medianoche



Nunca pensé que una tormenta me despertase contigo a mí lado. Ni que la lluvia susurrase que te habías perdido y encontrado por mil caminos equivocados, que aunque ya no te acordases habías aparcado tu mirada cerca de la mía. No te esperaba aquella noche, bueno, en realidad no te esperaba ninguna.

Sonabas como un piano mal afinado. Habías perdido la armonía de tus palabras. Parecías un errante de esos que saben a dónde van pero lo olvidan todo el tiempo. No parecías tú, pero sin embargo podía olerte con los ojos dormidos y el alma despierta.

Me gustaban los pianos, me hacían temblar las teclas a mí alrededor al son de las gotas que caían lentamente al vacío a través de tus pestañas. Me hacías temblar, y tú eras el único que parecía tener frío de verdad.

Siempre había soñado con ser parte de la sinfonía de tus dedos. Anidar entre tus cuerdas vocales porque me adormecía oírte tatarear canciones que inventaste las noches de invierno. No quería recuperarte, de ninguna manera. Sólo quería tocar(te) el piano.

Coloqué mis manos sobre las tuyas, alineando dedo con dedo, con una simetría que parecía hasta dolorosa. Me cobijé en el arco de tu cuerpo y esperé. Hasta que empezó la melodía . Con cada movimiento ibas enloqueciendo. Me gustaban aquellos sonidos que se entrelazaban con tu respiración. 

Mis dedos bailaban con los tuyos, a una velocidad lenta y desmedida. Daba miedo saber que cuando la canción acabara te levantarías y reptarías entre la lluvia.





Se apagó todo. La luz, el cielo, la habitación, el piano tú y yo. Las teclas no paraban de sonar en mis oídos ni tampoco en tus manos.  
 

viernes, 22 de febrero de 2013

Ni yo, ni siquiera él



Mi corazón y yo no hablamos el mismo idioma. No sé en qué momento me di cuenta de que por mucho que él lo intentara yo no iba a ser capaz de comprenderlo, en el fondo, tampoco sabía del todo si quería o si me quedarían fuerzas para intentarlo. 

Esconde esa parte que me asusta, esa que no controlo y que por otro parte no deja de descontrolarme. Cuando menos me lo espero.Intenta decirme a gritos a golpe de latido, pero no le entiendo. Habla un lenguaje que hace mucho olvidé, pero él lo sigue intentando. Con todas sus fuerzas y a veces, hasta me hace daño el ímpetu con el que logra desestabilizarme. No es propio de él, aunque tampoco de mí. Ninguno de los dos nos hacemos cargo de lo más difícil, a menudo queda reducido a la nada.

Aunque acostumbro a echarle la culpa a él en realidad fue mía, le permití más de lo que me permitiría perderme nunca a mí misma, en busca de un corazón que nunca le correspondió del todo. Quedó destrozado, nunca fue del todo sincero conmigo, pero yo sé que mi corazón sufrió en silencio y se recompuso a base de desconsolarse todas las noches. Los dos hemos sufrido lo nuestro. Y nunca hemos sido sinceros del todo.
Creí que recuperaría sus pedazos, aquellos que desperdigaba por todas partes porque decía que ya no le harían falta, y que tampoco los quería. ¿Cómo iba a querer olvidarse de todo? 

Sentía tristeza. Yo ya había perdido la esperanza pero él nunca se rindió.

martes, 19 de febrero de 2013

No me perteneces



A golpe de desconcierto se me han roto todos los esquemas.  El corazón se me ha amurallado, preparado para romperse en silencio.

Quiero que te alejes de mí. No necesito que aceptes que puedo lograr mis metas siendo tú el aliciente necesario para cumplirlas. Dios, no necesito que seas el elemento necesario que alimenta mis sueños antes de dormirme. No me perteneces, no quiero que me pertenezcas, podría chillarte para que hulleras tan lejos de mí como yo te permitiera. Hasta te dejaría ventaja. Y esta vez no iría tras de ti. No te seguiría la pista, ni trataría de dejarte señales en el cielo para que supieras siempre dónde encontrarme. Esta despedida es para siempre. Por eso parezco cruel y con una fingida indiferencia, porque por una vez es a mí a la que parece darle igual. No voy a suplicarte que me pidas que te perdone, o que te ruegue que por mucho que intente detestarte sólo es porque antes de que te vayas prefiero perderte. Sí, exacto. Tener la decisión en mis manos para destruir lo poco que nos queda sin ser arrastrada por este amasijo de tormenta y lluvia ácida.

Voy a perderte del todo. No será necesario que nos traspasen las horas, ni la luz de la luna nos haga má(trá)gicos, aún cuando no sabemos ni lo que queremos en ningún momento de indecisión. Esto se ha desmenuzado, y con suerte, aún estamos libres. Aunque la libertad parezca sólo la prisión que parecía darme las alas para volver a tu lado.

No te necesito

Miedo

lunes, 18 de febrero de 2013

Nos estamos perdiendo



Antes entendía que perderse solo era despreciar una noche lejos de los tuyos. De aquellos que te ven con los mismos ojos aunque tú ya no seas la misma. Ahora sé que de esos ya quedan pocos.

No entiendo que parte fue la que entendí mal. Si fui yo la que inconscientemente al creer que nunca los perdería los fui perdiendo casi al mismo tiempo, o si sólo estaban de paso para dejarme un vacío tan grande como su ausencia. 

Hubiese soportado las despedidas, las palabras hirientes o incluso esa superioridad que nos caracteriza cuando hacemos todo lo posible para no parecer indefensos ante personas que nos importan y que en el fondo no queremos perder. Pero incluso ahogándome nada habría vuelto.

Conocemos a las personas para volver a conocerlas después, para despedirnos y añorar sus corazones y su alma. Pero nunca para empezar de nuevo. La concepción de la amistad se rompe y deja resquicios de sonrisas y miradas que estallan al contacto con la realidad. Cuando aceptas que en el fondo ellos también te han perdido a ti te das cuenta de qué su realidad es tan fuerte como la tuya y qué por mucho que lo intentes ya nada volverá a ser como antes. Y todos lo sabemos.